¿Conocemos realmente hasta qué punto modifica la alimentación nuestra vida y nuestra salud? ¿Damos suficiente importancia a lo que comemos y de qué manera lo hacemos?
En la actualidad, la información que tenemos sobre la salud, enfermedad y mortalidad es mayor y nos permite establecer asociaciones entre estas con nuestros hábitos de vida, entre ellos la alimentación, actividad física, sueño, estrés, etc.
¿Sabías que las enfermedades que mayor mortalidad causan en la actualidad son de naturaleza prevenible? Estas patologías poseen un gran impacto en la sanidad pública y sin embargo pueden evitarse a través de control de higiene, cambios en el estilo de vida, intervenciones de salud…
Las enfermedades que causan mayor mortalidad en la actualidad se pueden clasificar en tres categorías principales:
- Transmisibles: que pueden transmitirse entre humanos o entre humanos y animales.
- No transmisibles o crónicas: enfermedades de origen multifactorial en los que la genética, el entorno, la conducta y estado físico son factores desencadenantes o protectores frente al desarrollo de estas patologías (diabetes, cáncer,…)
- Lesiones: Correspondientes a accidentes de gravedad como quemaduras, accidentes de tráfico…
De estos tres grupos, el de mayor prevalencia es el de enfermedades “no transmisibles” (también denominadas “de estilo de vida”), y dentro de estas destacan las enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares.
En el siguiente gráfico se muestras las principales causas de defunción en el mundo:
La alimentación tiene el poder de adelantarnos a estos acontecimientos no deseados previniendo multitud de enfermedades que además de empeorar la calidad de vida pueden causar la muerte. De hecho, entre el 30 y el 50% de las muertes por enfermedades no transmisibles podrían evitarse con una alimentación saludable. Una adecuada dieta es capaz de reducir los factores de riesgo que pueden ser desencadenantes de estas patologías. Por ejemplo, la dieta mediterránea ha demostrado tener beneficios en la prevención de enfermedades cardiovasculares, destacando el control de la tensión, efectos positivos en el nivel de azúcar en sangre, sobre los niveles de colesterol y triglicéridos…
¿Cuáles son los cambios que puedo hacer en mi alimentación para que esta sea más saludable? Modificar nuestro patrón de alimentación puede ser tan sencillo como seguir unos pequeños consejos:
- Durante la planificación de tus menús, procura tener en cuenta la variedad de frutas y verduras, tratando siempre de seleccionar aquellas de temporada.
- Fomentar el uso de aceite de oliva durante la elaboración de los alimentos además de como aderezo. El aceite de oliva es rico en ácidos grasos monoinsaturados que se asocian a la intervención positiva de los niveles de colesterol además de retrasar el deterioro cognitivo.
- Fomentar el consumo de pescados, tanto blancos como azules. Estos últimos son la principal fuente de omega 3, esenciales para un correcto crecimiento y desarrollo, además de beneficioso para la salud cardiovascular, inmunitaria y general del organismo.
- Asegura una correcta hidratación consumiendo alrededor de 2L de agua diarios.
A su vez, es importante reconocer que no hace falta tener una dieta “perfecta”, sino que esta ha de ser flexible y adaptada a nuestro día a día, sin olvidarnos de que también comemos por placer y socialización. Por ello, debemos aprender a disfrutar de la comida a la vez que ayudamos a nuestro cuerpo a estar más sano.
En conclusión, la alimentación puede ayudarnos a estar sanos tanto física como mentalmente y puede ser de ayuda en la prevención (y tratamiento) de patologías. Mantener hábitos saludables que perduren a lo largo del tiempo sería la mejor opción para ello, evitando las dietas milagro que prometen grandes resultados en un corto periodo de tiempo.